lunes, 17 de enero de 2022

La tenia de una tenia

Tenemos los estándares tan bajos
que la normalidad nos parece extraordinaria.
En la oscuridad de los transbordos del metro
recorremos sueños sin saber
si perseguimos preguntas o huimos de ellas.

La memoria de WhatsApp está llena de fantasmas.
El tintinear de las monedas recuerda
al balbuceo lloroso de un niño.
Somos una catarata transitoria
pero milenaria, 
somos su arcoíris
-condenado a desaparecer en la caída-
lanzando su desafío de cristal y fe en el futuro.

Es inevitable sentirnos como la tenia de una tenia
viajando bajo la tierra en vagones atestados
dispuestos a perder la voz en el trabajo asalariado.

En la tierra del depredador la igualdad
siempre será una dictadura.

Hay ahora un millón de criaturas habitando un atasco,
un millón de criaturas recorriendo un ciclo de atascos,
cada día, insistentemente, sin consciencia del esfuerzo,
sin consciencia de un objetivo claro,
con tan sólo la intuición de unas cadenas,
de unas facturas,
con tan sólo la idea vaga de otras mañanas,
otras latitudes sin contacto,
vomitando en el mareo de una inercia
encadenada a otra inercia de tristezas.



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