jueves, 29 de abril de 2021

Violento como un putero

Sobre mi espalda de troll agobiado por las sombras

construyo todos los asideros que necesito en la tormenta.

Hay un órgano celestial en cada suspiro resignado.
La música de las esferas que articulan los fémures.  

Cada semana es una ventana veloz en el viaje,

un fotograma de horizonte imposible y sin entradas.
Alcanzo la certeza de que la criatura que voluntaria se quita la vida

deja patente su necesidad inamovible de un ángel de la guarda.

 

La realidad más banal y anodina es violenta como un putero.

Sus puñaladas y fracturas pasan inadvertidas en este trasiego de barro.

Habito la ionosfera de cualquier urbe.

Intento vivir sin considerar a mi perro comida o recurso,
escribir poesía sobre los restos de la víspera electoral,

metáforas y ritmo sobre nombres de alpinistas de cloaca.

No glorifico el trabajo porque es la broma pésima del que roba.
Me pondré a currar en serio cuando mi sudor no pague tabiques de platino.

Supongo que me uniré a la revuelta cuando 

dejéis de envenenaros con la libertad en la boca.

Podéis empezar a llamarme pijo cuando

dejéis de gastaros el sueldo en anularos,

en alcohol, en pastillas, en cigarros de la risa.
Me siento insultado por vuestra desvergüenza,

igual a la de cada anuncio de casa de apuestas

que me llama simio submental a la puta cara

acuchillándome insoportable con decibelios. 

La quinta columna de la banca pretende parar al fascismo

con una montaña de despidos y desahucios,

crear barricadas con las figuras quebradas

de las colas del hambre que acosan el amanecer.

Su despropósito es atroz pero nadie se levanta

y abandona el salón de actos.
Su gran estafa necesita todos los focos,

como un adolescente necesita hacer ruido

y ser incómodo a su pesar sólo para saber que existe.

 

Jugamos a un juego que sólo hace valer una regla,

pese a todo el peso de las ofertas de humo.

Como si la democracia burguesa

se comprendiera sin alambradas,

sin patadas al estómago del desposeído.

Me duele este pasar de los días como a quien le duele la risa

porque lleva tiempo cómodo en las lágrimas.

De una mansión sólo me interesan sus silencios.

Dame una choza sin la genuflexión de la palabra obligada. 

 

 

miércoles, 28 de abril de 2021

Ya vuelven las aves como piedras

Ya vuelven las cigüeñas.
Ya vuelven las gaviotas.
Yo no sé qué más necesitas para
olvidar a Dios por siempre, amén. 
Vuelven, y aunque se bañan en ríos sucios
y se alimentan en vertederos,
siguen siendo evidencias más ciertas
que cualquier ciudad del globo.
 
Hay una grulla solitaria y perdida,
girando alta, muy alta, 
sobre las calles de Usera,
buscando sin rumbo una última bandada. 
Es su canto desorientado el de un tiempo
sin raíl ni vapor ni raíces.

Pienso qué bien la lluvia y los charcos
que nos retienen con su roce
en este alejarse del mundo.
 
Un mundo donde la mayoría de la gente
nace con ovarios pero todo se hace por cojones.

Desde que las miradas son amenazas y abusos
ya no soy cacto ni espino: bajo la cabeza,
bajo las pestañas quemadas de luz.
 
Quedo fuera como las balas en sobres
quedan fuera de la normalidad democrática
que, no obstante,
necesita la normalidad de bloqueos
y embargos para quien no traga,
 burbujas de hambre y bombardeos
para quien estorba en google
al hambre del ogro.
 
Ya vuelven las aves, como piedras
en las que siempre tropezamos.
Ya vuelven los absurdos
vacíos de índices que señalan.
 
 
 

viernes, 23 de abril de 2021

Ángeles oxidados

Despertar en el flujo de energía.
Olvidar el cuerpo y ser sólo código.
Estoy sola
en el colector de una ciudad
de metal imposible.
No tengo sombra:
mi pasado ha olvidado su futuro
y su porqué.
Ángeles oxidados juzgan tus heridas
en calles que he olvidado,
de neón y de heroína.



viernes, 16 de abril de 2021

Restos de plantaciones de marihuana

En las afueras de mi barrio
de muertos de hambre hipotecados
por una burbuja de chalet y coche de vitrina,
se amontonan entre amianto y cascotes
restos de plantaciones de marihuana.
Flâneur de escombreras y deportista de vertedero,
cada verso es el espejo de un polígono industrial
quebrado por la crisis y sus metáforas,

alimentado en vano por líneas de alta tensión
que intentan resucitar un mundo sin cromosomas.
Te preguntas cómo se pueden torcer tanto las cosas
mientras olvidas que el viento vive en las curvas.
Acabas aceptando que o el ser humano es la mierda absoluta
o que el mundo está lleno de locos peligrosos.

Por eso en mis momentos más íntimos me vacío por dentro,
me desnudo de la inmundicia estirando el brazo hacia Federico.
Donde él veía borrachos pisando niños traslúcidos
nosotros justificamos cada miedo grabado en un préstamo bancario.
Hay un clac en nuestras cabezas que no cede,
hay un clac en nuestros pasos de androide condecorado de heridas,

un clac que es un impuesto, que es una aduana,
que es pagar un peaje, que es estar mal hecho de fábrica,
que es vivir a la luz lechosa de lámparas que nadie quiere,
aceptando que el silencio empieza en el rugido de un estadio de fútbol,
y que antes de un desahucio están las urnas y la mano invisible
imposible de ocultar porque está manchada de sangre.

El laissez faire es laissez mourir,
y sólo entiendo esta postura si aceptamos las úlceras
y las bocas arrancadas para no morder al compañero de jaula.
Caminando por los pasillos del supermercado intentamos
descuajarnos la piel cuando descubrimos en ella un código de barras.

Se ha borrado la línea entre la almohada y el grito ahogado,
las calles rezuman alacranes crueles por las alcantarillas,
el tiempo es un remedo grotesco de Atlas con el hombro dislocado.