miércoles, 19 de febrero de 2020

He elegido escupir

Me excito emocionado en la locura del insomne.
Cada línea que le gano al papel
es un minuto de sueño robado a la noche.
He elegido escupir sin argumentos.
He elegido escupir por ser un acto perfecto
y terminado.
Me pides que arregle mis líneas,
que revise las figuras y encaje los ritmos,
tú que no tocas mis páginas.
He elegido escupir.


Para qué seguir haciendo música después del Copper Blue

Remueves la sopa del Ritz
y pensas que así alimentas al mundo:
ese es tu papel tras gritar absurdo,
artista subterráneo de la nada.
Se acerca la primavera
porque no paro de decir gilipolleces
que brillan como supernovas.
No me importa quemar todos los puentes
pues no llevan más que a vertederos.
Ando de perfil por las cloacas del milenio,
en las que hacerse una paja ha pasado a ser
algo transformador, disidente y diverso.
Hablo solo, -enervándome- con los videojuegos
y aún así me siento más cerca del mundo y su verdad
que en tu compañía.
Le pido a Arguiñano que me libere de mi cerebro torcido
en estos días de mal correr porque mi boca no descansa.
En todo momento evito alimentar a mis enemigos.
Tu abres fuego, yo cierro el agua
porque la cisterna no tira.
Para qué seguir haciendo música
después del Copper Blue.
Para qué asaltar el asfalto
cuando el verano funde el alquitrán.
Para qué tantos porqués
que sólo nutren nuestra anemia.
En mi boca y sus dientes de desierto erosionado
la poesía rota y grave .
Escupo agujas escapando de agujeros
donde se pone precio a la poesía,
porque el cielo es gratuito
y mi voz no tintinea en bolsillos,
porque en la voz que se quiebra
hallamos la raíz de todos los fosos
donde el futuro se hunde.
Imposible el paso firme en areneros
que tiemblan bajo el asfalto fugaz,
donde las yemas de los dedos se erosionan
en el vacío lunar de la herramienta.



Confuso como Pessoa

Sin tele ni videojuegos
acabo confuso y aturdido como Pessoa,
haciendo ruido agarrado a una pluma
para no prestar atención al mundo.

Sólo la quinta columna del capitalismo
ha conseguido sacarme de la calle,
y este dolor es tan poético
que lo abrazo entre carcajadas.
He salido a explorar grietas,
practicar espeleología en el vapor
que aturde la atmósfera.
No sé cuándo volveré
pero sí qué me llevo pegado a la memoria;
sí conozco el grosor de mi piel
donde las quemaduras florecen.

Quedaos en el muladar que veis como jardín.

Yo asumo que el ser humano es
esa criatura estúpida que llama libertad
a fumar y encerrarse en carriles bici.

Asumo vuestra ansia por despeñaros
y maquillaros con cuchillas.

Se acabó mi tiempo en vuestras venas.

Invierto los posos de mi cuenta bancaria
en un telescopio que levante distancias.
Abro galerías cegadas por el dueño de la mina
y descubro allí todas las respuestas que le arañan.
Lástima ser tan joven, lástima ser tan viejo
y estar en medio de esta derrota constante,
haciendo equilibrios en un balancín oxidado
que alguien celoso dejó varado en tierra.

Ya no salgo a jugar al parque
por miedo a pincharme con una chuta
de las que pintan al óleo las hambres
y las nadas de nuestros días sin nombre.
Para qué dar machetazos en la selva
cuando la procesión se arrastra en el fango
intoxicada de cielo que nunca está al alcance
de los besos y las manos.

En las alcantarillas resiste la última verdad,
y entre vapores y miasmas florece una luz.

Confuso y aturdido, detrás de mil lentes
acoto a diario el radio del estallido,
el calibre de las grietas de las ciudades
y el perímetro roto de sus gentes.


jueves, 13 de febrero de 2020

Abolir el trabajo, levitar como un dios

Abolir el trabajo y levitar como un dios,
y no vender un libro
porque no estamos en la poesía
para hacer amigos.
Intentas lucir tu individualidad
en el atasco colectivo
que dos veces al día
te roba el aire.
Vomitar monedas
como gesto de los tiempos.
Madrid como una legaña
en la conjuntivitis de las autovías
y los polígonos como orzuelos,
molestos en las nubes y su espejo.
El dinero como el sexo es miserable
por sucio e inevitable.
Ningún corrector de texto
consigue arreglar su discurso torcido.
En los círculos de las palabras
giramos como libélulas en charcos,
como polillas acosando farolas,
como fuegos fatuos
condenados a la lluvia.
Mientras hablamos creemos encontrarnos;
en realidad nos perdemos en pasillos,
desorientados en laberintos
que no llevan a parte alguna,
sin objeto;
corredores anudados
que nadie puede resolver,
que nadie quiere derribar.
Así nos construímos
entre paredes de humo
y muros cubiertos de espejos,
entre voces y sus ecos
en la distancia.
Toleramos lo intolerable
porque al final del día
nadie quiere dormir solo,
todos quiere pisar a alguien,
nada es lo que parece,
todo se cierra en falso
y sólo queda el silencio
y este vacío perdido
en horizontes sin descanso.
Por las noches desde la bici
el mundo es en blanco y negro:
al anochecer el mundo gana
resolución y grano.
En la madrugada las sombras son grietas
y a cada pedalada el universo se expande,
aunque Brooklyn no lo haga,
ni tampoco tu sonrisa,
que desbordar su caries de decadente tristeza
en instagram.
Aquí abajo todos flotamos
antes de hundirnos.
Abolir el trabajo para comenzar a levitar.

martes, 11 de febrero de 2020

Adoro la música de décadas pasadas

Me salgo corriendo fuera del calendario
y pierdo el ritmo de todas
las canciones de esta época,
porque adoro la música de otras décadas.

Sólo miro el whatsapp
si me aburro en el trabajo
y no hay ratas a la vista.

Crecí en los ochenta
y decido vivir como entonces:
abandono estos días donde todo cambia
para que nada cambie.

Comparto un mismo problema con las gaviotas:
se enfrentan sin remedio al viento
en lucha diagonal con el horizonte;
pero ellas no saben que el horizonte ha muerto.

Yo lo asumí hace tiempo
así que reconozco que mis pasos
no dejan huella en estos días.
No la dejan.

Días en los que volverías a la cama
nada más salir de la cama.

Días en los que miras el cielo cayendo,
miras el mundo avalanzado
sobre la negrura
 sin que nadie alce un dedo
porque la voz ya la vendimos.


De la calle llegan rebuznos de
niñatos quemando bancos
a patadas con las papeleras
a patadas con la vida
a puñetazos con su futuro
en un presente que envuelve
con lazos la mierda.

Y cuando cruzo el umbral me rodeo
de gente que insiste en oler a perfume
a más de veinte metros,
pero que al hablar no pueden evitar
que las tripas les apesten a ceniza
pues queman sus horas sin saber porqué
pagándose a precio de oro,
sin saber por qué, un cáncer a plazos..

Sin saber por qué las flechas de los ánades
anuncian la primavera entre nubes de autopista
y lágrimas de invierno.

Con juicio sarcástico
mientras sudo en las barras
me controla una tórtola
desde de las ramas.

Me salgo corriendo fuera del calendario
y pierdo el ritmo de todas
las canciones de esta época,
porque adoro la música de otras décadas.


domingo, 2 de febrero de 2020

Vivo distorsionado pero tranquilo.

Vivo distorsionado pero tranquilo.
Todo tiembla, y por eso no caigo, sólo me agito.
Vivo en el tambaleo, me relajo en el balance.

Fluye el caos y lo irremediable,
ya no siento irresoluble
lo que nunca fue un problema,
sino simplemente un entorno.

La explosión es lenta y así, acogedora.
Viajar a los cuatro puntos cardinales
en tres dimensiones simultáneamente.

Las manos nos huelen a cebolla en recitales de poesía.
Todo empieza en el primer café de la mañana,
toda las historias, todos los paisajes, todas las batallas.

Vivo en un mundo de apartamentos ardiendo
con sus ventanas abiertas bajo el temporal de nieve.
Apartamentos de papel cuyos inquilinos
encienden hogueras entre alaridos de gozo y muerte.

Un mundo donde vivimos a saltos
sobre trincheras repetidas en bucle.
Me sigue sorprendiendo y desesperando
la enésima mala interpretación del mito de Sísifo.

Me hiere y trae un temblar cruel y absurdo,
babeante, malvado, a este mundo ya frío.
Cuando no tienes jubilación no es tan horrible
la idea de morir antes de jubilarse.

No hay nada ahí fuera que nos desborde
pues ya no nos habitamos.
En el espejo de la conversación
seguimos estando solos.

Vivimos en un mundo donde las miradas
han pasado a ser agresiones y provocación;
en esta acuarela decido darte lo tuyo
porque mío ya no es nada.

Si el trabajo es lo que somos,
somos mierda fungible y arrastrada.
Lo que nos hace mundo
y lo que nos hace hecho
también es lo que nos desmiga.

Por donde solía pasear al sol,
ahora yace la sombra oscura
de nuevos edificios sin alma
en una ciudad que supura pus
por sus doscientas mil viviendas vacías.

Y esto es así sin dobleces:
se me acelera el pulso,
la ansiedad por las nubes
rodeado de autovías,
rodeado de esta belleza depredadora
que nos conforma y nos cierra al vacío.

Donde tu escuchas alegre griterío adolescente
yo percibo un eco de alarido y linchamiento.
Los aterradores rumores de una noche de jueves
cuando el invierno se acerca tras el bramido de la urbe.

Más allá de las radiales
vivo distorsionado pero tranquilo.
Más allá de las radiales todo tiembla,
y por eso no caigo, sólo me agito.


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