martes, 29 de mayo de 2018

Chupas humo

Chupas humo y te haces una foto
chupando humo:
te ves así en la contraportada de un vinilo,
reflejado en páginas,
en un fotograma de terso claroscuro,
lánguido imán apoyado en un verso,
la parte más densa del debate esencial,
el apolillado estampado de la bohemia cansina.
Te ves follando.
Reconócelo, después de la pose
y la matemática que traza
te ves follando,
al final del camino,
al final del feisbuc,
cerrando la noche.


Chupas humo y se te ve
en una cama de hospital
escupiendo partes de ti
mientras lloras con la desesperación
del aire prometido que nunca llega,
de la angustia de perder el aliento para siempre,
por pulmones dos gastadas esponjas de yeso,
tu vida debatiéndose agónica sin oxígeno,
bajo las olas que no consigues escalar,
manos de arena cerrando tu boca,
el cuerpo que fue fiel y herramienta,
que despreciaste y que te dijo
"no puedo más, porque me has dejado
sucio, roto y llorando en un portal;
abandonado en la carretera".

Chupas humo
y despiertas mi asma,
acortas mi vida,
apestas.

Chupas humo y lo llamas libertad,
sacando digno brillo a tu cadena
entre mohínes ofendidos.
---- Aquí, siempre que leo esto en público, siempre, Alguien suelta el tópico rancio: “Joder, qué ganas de fumar me han entrado”. Y entonces comprendo por qué estamos condenadas a desaparecer y grabo una muesca en la lista de amistades que no serán, porque en la lista de prioridades de Alguien, siempre estamos por debajo de un cigarro.

lunes, 28 de mayo de 2018

Tormenta

Los embajadores celtas dijeron a Alejandro Magno
que solo temían que el cielo cayera sobre sus cabezas.
En la tormenta de esta madrugada, te maravilla y aterra
el bramido ciclópeo que desde muy arriba profiere un mar.
Va a desplomarse sobre nuestras cabezas el océano,
mientras las golondrinas parlotean despiertas en la noche,
breves fotogramas de luz sus caritas bajo el rayo.
Parecen celebrar el fin del mundo,
pues mientras el homo virus perece bajo las aguas,
ellas planearán y dormirán en parábolas
hasta que el planeta se lave la inmundicia.

Sanación

No necesitas un fármaco,
ni un coach,
ni un libro de autoayuda,
ni un sicólogo.
Necesitas un sindicato.
En el sindicato te esperan:
te reencontrarás por fin
en el piquete, en la asamblea,
en el mutuo apoyo,
colaborando a la duda irredenta
del mundo.

viernes, 25 de mayo de 2018

Despertares de madrugada

Te despiertas fracturada
en la noche aterradora y confusa.
Te refugias ovillada
en la curva cadera amiga,
osa feroz de zarpa y celo,
barricada, colchón en la caída.

....
Despertar roto
con el eco resonante de versos soñados,
desesperadamente buscar papel y bolígrafo
para capturar esa arena noctámbula,
del reloj agrietado de la madrugada,
capturarla en líneas
antes de que repose y muera en los ojos,
momificada y prosaica, hecha legaña.

....

Abrir los ojos atravesado de madrugada,
tras un sueño de cabellos y orillas,
palabras secretas como cuevas;
la jornada transcurrirá levitando,
caminando sobre puertas,
afectos que no existen,
pero confortan y colocan estrellas
al alcance de la boca que no teme
quemarse.

jueves, 24 de mayo de 2018

La resaca te lleva mar adentro

La hipoteca del chalet redujo a escombros el asalto a los cielos.
Frente al odio la sonrisa se pudrió
y la seguridad social seguía sin cubrir sus caries.
Se golpearon el pecho
atragantándose de pulsos sin municipalizar,
mientras en lo alto, tranquilos, sonreían los amos,
disfrutando del juguete.
Hablaron de limpiar las ciudades y domar su velocidad;
nos encerraron en corrales, detrás de vallas,
con la seguridad como dogma y mantra.
La deuda con sangre entra,
y las familias con lágrimas salieron de sus casas,
a empujones, entre las risas del sicario
al que sí subieron en treinta monedas
el salario que fluye de las torres del oligarca.
El bucle fue inmisericorde;
la desilusión, semilla para décadas oscuras.
Guindos en hileras toboganes rotos por el uso,
que una vez secos y desmenuzados abonaron campos yermos,
amargos viveros de fobias, de miedo y alambrada.


A Josef Antoni, porque le acabo de dar una sirla guapa.
Otros lo llaman "homenajear".

POST ALGO

Viva la diversidad,
todos únicos,
bien delimitados,
ruidosos en las redes;
el megáfono siempre ofendido
tras el roce inherente
a la respiración.
Todos bien callados
bajo la misma explotación
barnizados en el vacío
de la transversalidad.

domingo, 20 de mayo de 2018

Los muertos de la tele

Los muertos de la tele
son los muertos de la tele
Son los muertos que la tele quiere que veas
y son los muertos por la tele.
Los muertos de la tele son promociones.
Los muertos de la tele serán balas el próximo año.
Surcos digitales de la mano del oligarca.
El cebo más sibilino.
El voto muerto de los muertos que ven la tele.
Los muertos de la tele
son la razón última de los muertos
en el concierto de las concertinas;
son la razón primera del miedo
al vecino reciente,
son el motor centrífugo de los barrios,
la turbina provocando
la espantada a la urbanización
con piscina y cámaras de seguridad.
Los muertos de la tele
son calendarios y crestas de ola,
y espejo temido de las cosas conseguidas,
adoradas y en precario equilibrio. Los muertos de la tele
televisan tu pupila,
deshielan una cumbre
y así sepultan la mano tendida.

sábado, 19 de mayo de 2018

Sumidero

Ver la Syriza en el ojo ajeno,
y no Podemos verla en el propio.
¿Cómo iba a cambiar de bando el miedo
si nadie había construido otro bando
en cuyo reflejo avergonzarse?
Cómo migrará el miedo
si navegamos entre batallas que son fragmentos,
porciones sin red ni lazo,
que a lo sumo aspiran a encajar
en el puzzle de lo incuestionable,
de lo aceptado,
de lo previsto por los gestores de la miseria.
Cómo dar la vuelta al termómetro,
si nos dedicamos a recoger gotas de mercurio,
y la multinacional farmaceútica que fabrica su escala
descansa en el dogma y el límite de lo posible.
Mil luchas erráticas de pollos sin cabeza,
ignorando, en toda habitación y momento,
el elefante áspero de la lucha de clases,
abusando del combustible que componen
nuestras manos y frentes.
Cómo hablar y escudarse de mareas
cuando sólo un tsunami podría arrasar
la cruel megalópolis babilónica.
El agua revuelta, girando turbia
mientras desaparece y se fractura,
por el sumidero en cacofonía
que es ganancia de pescadores.

viernes, 18 de mayo de 2018

Sueño de encuentro y ruptura

En el sueño,
un pequeño tren de madera,
y luego
un ferry entre rías de piedra,
y ya en tu isla,
las palabras y un libro
continuaron llevándonos a tu casita,
de pino y abedul coloreados.

Me desperté súbito
en la curva de la madrugada,
asfixiado por el calor de tus ojos
y la sed de tu cabello nocturno...
El pulso estaba roto,
ya no había una brisa escandinava
ni veíamos amanecer sobre
una red de espumas y sal.

Sé que eras tú
porque en aquel ferry azul,
en aquel vagón ocre,
en el jardín
(glauco, aceituna, malva)
de aquella casita
descansaba tu bicicleta,
paseante francesa
por Madrid o Granada;

del vapor de tal nada
la noche me inoculó un espejismo
y un temblor.

La culpa es de la víctima

Tienes la culpa de que la librera eche el cierre,
porque pides tus libros por internet.
La librera tiene la culpa de su naufragio de tinta,
por no saber derribar gigantes multinacionales,
por no medrar en sus sobras,
por no hurgar entre sus uñas ciclópeas.

La culpa siempre es del más débil,
la culpa siempre es de la víctima.

Y te diré que es verdad.

Somos culpables
de no decapitar esa hidra apátrida.
Somos culpables de jugar en un tablero trucado,
pretendiendo que las reglas son otras y justas,
haciendo oídos sordos al justo odio de clase.

martes, 15 de mayo de 2018

La Caida del Muro del Bienestar

Dicen, rumian,
(cobran por decir y rumiar)
que el socialismo cayó rápidamente,
huella dactilar de lo imposible.

Con sonrisa dentrífica,
radiante de LEDs y promociones,
ejecutan la kata del Estado
del Bienestar.

El Estado del Bienestar,
que nació para enmudecer un nuevo sol,
que hacía aguas en todo momento,
que se alimentó de huesos
allende fronteras alambradas,
entre los acordes de "We are the world".

El Estado del Bienestar,
un vestido de temporada,
que cayó bastante antes,
aún más efímero e inmaduro
(no llegó a los cuarenta,
¡por qué morirán los jóvenes!)
que el relato antagonista,
grotescamente abocetado
en las pelis de Rambo.

lunes, 14 de mayo de 2018

Caerse de la bici

Te caías de la bici
en las tardes azules del pueblo,
en el fluir del verano de Guadalajara,
tras El Gran Héroe Americano,
camino a "las casitas".
Las costras en las rodillas
crecían con paciencia de orfebre,
crecían como la corteza
del enorme castaño de Indias
que daba sombra al lavadero de la plaza.
Sangrabas y reías porque eran vacaciones,
porque el cuervo ingenuo
no había olido la carroña suficiente
para entrar en tu vida.
Caerse de la bici,
momento fijo en la memoria,
habitual,
como beber del agua fiel
de una de las tres fuentes
que custodiaban la villa.

Más de treinta años después,
con el peso casi triplicado
por la ingesta de calendarios,
el tacto de panes blancos y negros,
el cercano aceite de oliva
y mil excusas con café para esquivar
los dedos tentadores y mórbidos del sueño...

Treinta años después, digo,
caerse de la bici es una pregunta irresoluble
y la duda más punzante que nunca;
bordear el filo de la carne que ya titubea,
poner en cuestión un edificio
que empieza mañana,
desfile de imágenes en descenso libre,
estallido de puertas en agendas,
pilares de aire que ignoran el pronóstico del tiempo,
un sello que certifica
la barricada de cada despertar
al latigazo de la alarma
que te exige producir plusvalía
en un mundo tan desdibujado
que el sueño es plomo y carne.

Caer de la bici
treinta y cinco años después:
un estar solo,
desmoronado y polvoriento en el camino roturado,
tendones que protestan, dermis florecida en perlas granates,
bajo la bóveda del domingo castellano,
con manos que tiemblan perdiendo piel;
un estar alerta por si el hueso roto,
por si las reuniones pospuestas,
por si la vida frágil en el peor momento.

En la noche, espasmos
y nuevo desplome,
déjà vu bajo las sábanas;
las mismas que te protegieron de monstruos
en noches destapadas y súbitas,
respirando a través de una arruga.
Hoy son red viscosa de semanas
y telediarios en escorzo.

Caerse de la bici tras el ecuador,
paisaje momentáneo,
desde la balsa,
desde la inmensa cresta de una ola.