Ningún sentido en escalar otra cama,
ningún deseo de nuevas voces
en el mismo viejo desierto.
Queremos una silla
en la cima de cada montaña,
al fondo de cada cueva y camino,
porque sin pago no entendemos este respirar.
No hay viaje más espiritual
que la cola del paro, bajar al supermercado.
El camino es un aro perdido en sí mismo
por no disponer de memoria bastante.
Ojalá reventar este cerrojo de los días,
de lo real, porque no veo certezas
en lo que habitamos.
Ante la duda de mirarnos a la cara
elegimos mirar la pared
para vernos sin marco,
con la suficiente distancia.
Estamos ardiendo,
nos retorcemos en llamas,
y así nos pensamos vivos
mientras mutamos a cenizas.
Seguir con la caída de dientes
o la herida abierta, sin tratamiento,
porque la cura duele y ya no creemos.
Ojalá dormir en otro sueño y otra carne,
otras rodillas, que amanecer no duela.
Buscando el comodísimo ángulo del cuerpo
que sólo se alcanza al morir.
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Que se adaptó así:
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