lunes, 2 de enero de 2017

ANTIDISTURBIOS

Tu mente es una grieta.
Una enorme grieta agrietada,
una red de grietas,
roturas.
Tu mente es epidermis seca,
callo y rozadura,
exabrupto fascistoide,
de barra de bar.
Tu mente se descascarilla,
a tu mente le creció una vida torcida,
y hasta una familia satélite y atemorizada,
en la órbita de tu odio,
basura espacial ciclando alrededor
de tu voz de sequía,
de tu lengua de desierto yermo.

Tu familia es el papel carbón
de tu existencia marchita.

Compras un bmw
con el que vestir tu miseria.

Golpeaste a una niña en la cara...
...te apuntó con un espejo.

Arrancas árboles por placer,
no hay vida, savia que te la pongan más dura
que el hedor de la pólvora mercenaria.



Los domingos vociferas.

Con voz de mandril,
una voz oxidada,
de estatua caída,
gemido de hierro y cobre,
vociferas los domingos.
Salta en tu salón un chimpacé
si un balón traza una linea recta o curva.

La arqueología se ceba en ti,
burlona e incrédula,
en tus pilares ruinosos,
tu silueta marcada de ceniza
por un volcán extinto.
Brazos de menhir, enterrados en el tiempo,
brazos anacrónicos y enfermos,
pandémicos,
paladas de tierra sobre la razón.
Regresión voluntaria y servil,
genuflexa hasta la ingle y el ano ajenos,
para cronometrar horas en sangre.

Apenas articulas
palabras sembradas de cojones y violencia,
que soy compañero, coño,
españolazo universal,
perro de guardia del oligarca miserable,
mordiendo a los miserables de la tierra.



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