lunes, 13 de julio de 2020

Cinco puntos de derrota de la condición humana

En verano, los pies negros y las noches de plomo fundido.
Un verano de hormigas en el teclado.
Cuanto menos curro, menos ganas tengo y mejor persona soy.
Celebro mi no hacer, me revuelco en mi pereza:
la lavadora: que la follen; la comida: que la follen;
la compra: que la follen; yo sólo quiero hacer canciones
mientras el mundo me folla y se limpia en mis lágrimas.
No tengo cabida en los circuitos comerciales
y han puesto precio a mi cabeza en los anticomerciales.
Logro superado. A por el siguiente de la lista,
porque me alimento de contradicciones ajenas.
Qué me importan sus gargajos si hablando de diversidad
las fracturas se multiplican
y todo se derrumba sobre nosotros de muy diversas formas,
de formas muy diversas
El capital ríe sobre los escombros en su uniformidad genocida:
su caballo de Troya le ahorra el trabajo de hacernos polvo.
Alucinante cómo la agenda de un multimillonario anticomunista
es compartida por la actual izquierda alternativilla
y sus aliados en la socialdemocracia parlamentaria.
Se está cayendo el mundo tal y como como lo conocíamos;
ya nada es lo que era y no lo asimilamos.
Ay, cuánto miedo y cuánto cambio; ay, qué mal cuerpo asintomático.
Salir a la calle a correr a las seis de la mañana
y recibir al momento de abrir la puerta una vaharada de diesel y nicotina.
Sales a correr al alba y la primera persona que te cruzas
te deja aturdida con su excesiva fragancia a cremas, perfume y tabaco
mientras trota a punto de perder el autobús para ir a trabajar.
Cinco puntos de derrota de la condición humana
y no llevas ni diez segundos en la calle:
a no ser que la derrota sea nuestra condición
y nadar en el fango nuestro objetivo.
A veces pierdo toda esperanza y al girar la cabeza con tristeza
veo mis guitarras apoyadas en un rincón, desinteresadas y a la espera;
sé entonces que a veces, siquiera durante unos minutos
todo tiene sentido.

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