miércoles, 9 de diciembre de 2020

Plaga de conejos

Constantemente en la radial de fumigación atronadora,
decenas de coches densos como grasa zumban mil por minuto,
sobre los límites de velocidad permitidos en cualquier anatomía,
anatomía nacida y nutrida de gases negros como almas de oligarca;

partiendo el territorio su serpiente circular de hastíos,
yendo en tropiezo eterno a vender malamente su fuerza de trabajo
por un sueldo obligado en su vergüenza, por un sueldo de mierda,
acelerando sin norte por la radial en contra de todas las bocas. 

Al lado de esa arteria de la miseria vestida de luces metálicas,
al lado de todo esto dicen, dicen que hay una plaga…
de conejos.

Vidas atascadas para producir cosas que no necesitamos,
como cuchillos sin pan y labios sin futuro, sin sombra,
se desesperan en celdas con aire acondicionado y lector USB.
Una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia.

Decenas de miles de vidas subsumidas a cada instante
en interés de minorías podridas en cuerpo y alma
pero con paraísos de compra y venta y banderas de recambio en el todo a cien,
matando y esquilmando el planeta, su tuétano y sus albas...

Al lado de todo esto dicen, dicen que hay una plaga…
de conejos, y por eso hay que matarlos,
porque el descaste lo decide el más cruel,
el que hace de la lepra su herencia y su legado.



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