lunes, 4 de mayo de 2020

Cuando esto pase...

Vivo en un mundo donde se pudre alimento
por excedente en el bolsillo de los ricos;
donde el corazón de un continente
se construye con pandemias
que hace un siglo tienen cura;
donde el confinamiento y la tortura
se pretenden herramientas de reintegración.
Un mundo gobernado por gente
que quiere morir multimillonaria
entre llamas y hambrunas.
Un mundo que me ha encerrado
en casa hace ya un tiempo,
pues en la gente encuentro
más problema que solución. 

Cómo me pides entonces
que escriba sobre este virus,
sobre quedarme en casa
si paso años sin cantar otra cosa.
Ya ves, nosotros escribiendo
y cantando en esta furia inútil
por dejar un legado;
y tantas fosas comunes por el mundo llenas
de dolor anónimo sin poso en el tiempo.
Eso sí, nunca canté en balcones:
me invade esa vergüenza ajena
de la saeta pomposa e hinchada
al paso de un muñeco de madera.
En los balcones se cuelgan las vergüenzas.
"Yo aplaudí a los sanitarios". 
Como Boris Johnson, como Ana Botín.
En cambio, no te vi en la marea,
y sí riéndote de mi pancarta
—la de "Todos somos pensionistas"—
que cruzaba Madrid a pedales.
Como vecino prefiero una gotera
antes que las banderas de los idiotas.
De esta no salimos juntos.
De esta hemos entrado
y saldremos separados.
Como debe ser.

Vivimos un momento Stalingrado
en el que los soviéticos dejan de luchar
porque el socialismo les parece autoritario.
Estamos vendidísimos y orgullosos
de la derrota de nuestros hijos.
"Cuando esto pase..."
seguirá pasando,  pero no lo veremos.

Cantan los pájaros diferente
y las carreteras tiemblan ante el bosque.
Frente a la ley del mercado
la ley de la gravedad,
el peso inabarcable de lo dialéctico
y esta fragilidad desnuda como la primera noche.
¿Quién será el primero, cuando esto acabe,
que, mirando los cielos, limpios como nunca,
decida apuñalarlos con las llaves de su coche
como siempre?
La normalidad es el ruido.
Lo normal es el asesinato.
Es normal el cadáver a los postres
y sangrando por todo el menú,
y flotando en el café.

El ciclo de sueño del mundo 
son las horas de sueño del tiburón
y su interés parejo por el ser humano.
El dinero se deja llevar por la corriente
y descansa de su matanza cotidiana.
Cuando todo esto acabe
no habrá parado su cielo de dentelladas
bajo las olas del mar infinito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario