Cuando entrar a una librería
fue una forma de fuga.
Cuando la utopía es amanecer
como en la infancia.
Desear adentrarse
en la dimensión ovalada que se adivina
tras las curvas de objetos cromados.
Cae el sol como arena y mercurio:
la ropa acusa su edad,
la piel se defiende,
avisa con voz acre
que vuelve el verano.
Sólo tolero el ruido y el sudor
lejos de casa,
lejos de este abismo de perderlo todo.
Sólo asumo este remedo de vida
arrancado del barro violento
cuando la huida es un parpadeo
y su fruto luminoso está asegurado.
El miedo aparece al estar en compañía,
la soledad es la fortaleza perfecta
contra la que embisten, yermas,
olas gigantes.
Han vuelto las abubillas,
las golondrinas,
y con ellas no vino al asfalto
esperanza alguna.
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