Una madre, inminente,
desafía al caballo del mar
no por deporte mas por miedo
al mañana que le crece dentro.
El surfista cabalga esas mismas olas,
siempre retorna intacto a la playa,
satisfecho de su triunfo caprichoso
de volteretas líquidas.
Con suerte la madre llegará
de rodillas
a la misma orilla,
satisfecha en dos partes,
aliviada por dos,
desbordada de alegría,
si tan sólo la espuma oscura
de esta noche
—sin luces de costa ni aguja de imán—
quedara atrás el tiempo justo,
el tiempo exacto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario