Dicen que un poeta es valiente
por escribir en metáforas,
por hablar como en sueños,
por no decir nada claro
por muy claras que estén las cosas.
Hablar de valentía refugiados
en el mismo mecanismo cobarde de los golpes.
Vivimos en un mundo de burbujas
cuyas fuerzas centrípetas
de gaviota
son mayores que las del planeta.
En el museo todo el mundo gira a la derecha,
el espacio se hace insufrible, insuficiente,
se sigue cobrando la entrada
y miramos mal al de al lado.
El poeta despierta sin fuerzas,
como quien ha subido y bajado una montaña
sin darse cuenta.
Guarda en la jaula de las encías
la destructiva furia de las palabras
que no llegan a decirse nunca,
que no se atreven a ser agua
para escapar de la boca,
que quedan atrapadas aleteando
entre los dientes.
El poeta queda callado
y hace de ello bandera sin lógica,
como el obrero de derechas
se cree mejor que el resto por tener trabajo,
se cree imprescindible
por producir un nuevo rico
y perder lentamente así su vida.
El poeta se aferra al silencio
pues allí no hay luz acusadora.
A quién le importa el poeta prometeico
en un mundo lleno de buitres,
León Felipe.
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