sábado, 31 de agosto de 2024
Esta calle no es
martes, 27 de agosto de 2024
Las fotografías son anhelos escondidos
A veces confundimos vivir y los deseos
con fotografías.
Porque las fotografías son ideas
construidas con imágenes de formas
que nos hacen desear.
Y deseamos un camino
aunque lo llamemos hogar,
un no parar que confundimos
con la posibilidad de una vida
y por tanto de una muerte
perfecta e ideal.
Lejos de lo que somos ahora
las fotografías son siempre
la posibilidad, y la posibilidad
una burla y el miedo
a la quietud pasada,
al vacío presente,
a un nicho, sin nada dentro,
donde debiera estar el futuro.
Las fotografías son anhelos
escondidos y al acecho
de nuestro momento más bajo,
con menos raíz.
lunes, 26 de agosto de 2024
La sombra siempre es más terrible que el cuerpo
domingo, 18 de agosto de 2024
"VERBENA", plaqueta de ferragosto de 2024
y se reproducen sus errores
en el sudor de la noche tórrida.
Una escuadra de criaturas ruidosas
sin nada que decir,
con todo dicho por otros,
con todo perdido hasta ahora
y el resto por perder,
con todos sus gritos y sus huidas
en un expositor que llamamos ciudad,
asiente obediente
cuando rompe la madrugada.
Todos los desperfectos bajo la luna
ya estaban presupuestados,
y deberán ser fiscalizados
en la próxima declaración de irpf.
El grito espontáneo lo entrega chatgpt
y todo el código será necesario
para alimentar el océano de los banqueros
y sus muertos de vapor,
muertos en guerras,
muertos de traje y corbata
viajando en ascensores.
Habíamos dicho que la noche se precipita
como una duda irresoluble,
pero en el colapso del cielo apenas
lo percibimos.
Caen entonces personas y estrellas
en un paisaje que es sólo caída,
que es sólo un continuo de vértigo.
Queréis convencerme
de que el cosmos se refleja mejor
en charcos de orina desde siempre,
que ese es su único espejo.
Obcecados, chapoteáis
en el jugo gástrico del ruido y la furia,
y lo llamáis amor,
lo aceptáis con brazos abiertos en canal,
porque adoráis la voz del cuchillo,
la vena desangrada,
los dedos sin huella,
una calle vacía en el tumulto,
una vida llena de huecos y preguntas,
un viaje de giros sin mapas,
una conversación con todo ya dicho,
con su tela apolillada
porque es mejor el embuste
que encontrarse a solas,
sin otra voz que la propia.
Madrid esta noche de agosto hiede
a todas las noches,
a porros y colillas,
Madrid es tan miserable,
y quiere huir de lo que es…
Tiene claro que nunca será
lo que llegó a ser.
Es extraño y doloroso este cristal
sin reflejos de tan vacío.
Son los tiempos del final de un tiempo.
El ritmo común a todas las pantallas
es el alarido de un simio abandonado
por el futuro.
Dos muchachas se abrazan bebidas
al borde del vómito,
al borde de tantas cosas,
sin bordes con la realidad
que sigue siendo un hacha
de pedernal ensangrentada.
Tengo ya una bola de ceniza y chustas
en el pecho
y mañana me pesará
como tres años en el paro.
He visto cómo los parásitos vinieron
para quedarse en esta tácita derrota,
labrando sus galerías en nuestros alveolos,
en cada contrato temporal,
en cada fianza de alquiler imposible.
He visto y ya dejo hacer,
porque quién soy yo para decidir
el arma y el momento del suicida.
Viviremos para siempre
cuando mueran los necesarios,
viviremos tanto
que todo perderá definitivamente
su sentido de ser,
porque nunca nada lo tuvo
aunque el miedo nos obligaba a hallarlo.
Y así nos encontrarán por nosotros
un sentido alienado,
en manos ajenas,
en bolsillos lejanos,
en el absurdo
de un planeta de silicio y coltán
donde molestemos
menos de un cinco por ciento.
Y hoy —esta noche—
hace tanto calor,
hay tan poca gente en el mundo
y tantas personas en esta plaza
que toda la ciudad es un desierto
abrasado hasta el cristal.
Hoy —digo—
hierve tanto la madrugada
que sólo siento frío ante el invierno
que ya está aquí,
entre nosotros,
inadvertido.
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