jueves, 21 de octubre de 2021

Bailaora en la periferia

Sentirse adolescente y anciano al mismo tiempo,

sentir que el tiempo está en tu mano pero no bajo control,

sentir que eres una maderita agitada por las olas del reloj,

marejada sin rumbo pero inexorable.

En la periferia una bailaora flamenca

se caga y taconea sobre el fútbol.

Las nubes parecen gatos

tumbados en mesas de cristal.
Me sudan los codos cuando la brisa nos abandona.

Madrid se ve limpia a la distancia en días de viento intenso,

así que espero al huracán que una noche limpie todo. 

Me desmonto desmontando a Sorrentino,
se me saltan las lágrimas con el suicidio de Steiner,

me invade el anhelo de chupar tractores

en cada pueblo bullendo de niños y ovejas.

Conservo con celo la rabia resignada

de no poder capturar los versos de cada noche de insomnio.
Queda el consuelo de que todo error sea algo perfecto,

un proceso casual y exacto, imposible de mejora,

insuperable y natural en su catástrofe.

 

 

 

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