Hay un palo de lluvia
en todas las cañerías,
en todas las bajantes.
Hay una copa en cada corazón.
Hay una cueva donde esconderse
en cada currusco de pan.
Hay una mosca atrapada en mi ojo,
golpeando la córnea hasta morir.
Hay una titilante telaraña de gotas
en la noche del verano.
Hay ruinas condenadas a la nostalgia
previa al olvido
en cada plano de arquitecto.
Hay una rotunda mujer curva,
como de Fellini,
en el paso ampuloso de las palomas.
Hay un vilano ruidoso cual redoble
en cada olmo redondo
del que vuelan aleteantes gorriones.
Hay una hipocresía de cicuta
en quien espera herencias
pero no está dispuesto a la conquista.
Hay una luz al final de todo,
una luz que nadie ve, y así
una luz nacida muerta y vacía.
Hay columnas de alta tensión
suturando eléctricas
las heridas del territorio.
Hay un nudo de melodías
casual y siempre perfecto
en las teclas negras de piano,
hay un viaje al ensueño en el salto
aleatorio de sus dedos azabache.
Hay billones de años acumulados,
biología, azar y evolución,
en la semilla muerta que dejamos
en los inodoros.
Ay, ay, ay...
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