No poder definir ni predecir el mundo,
siquiera construirlo, porque todo es vapor.
Me siento siempre habitando el radio más interior
de una explosión que apenas comienza.
Seré la primera rata que abandona
un barco de ratas que se creen personas.
Soy el gato que confuso percibe
ya el terremoto mientras
los restaurantes rebosan de bocas abiertas
que degluten, mastican,
lanzan carcajadas obscenas
entre salivazos de carne mascada.
Estoy en el “sí, pero” antes que
en los “y aún así” y “a pesar de”,
y por eso:
los "te he tocado acaso", los "es sólo un minuto",
los "tampoco es para tanto", los "todo el mundo lo hace",
los "siempre se ha hecho así", los "así son las cosas"
componen el primer grito de guerra
de quien lanza una bomba nuclear
sobre una alfombra de escuelas y juegos
sobre un humus de gente que brota
sobre ciudades donde queríamos enraizarnos
sobre libros que nunca serán escritos
sobre todo lo que se puede arrojar bombas.
Aún no han volado en pedazos las casas
pero ya volaron en su momento y volarán de nuevo
porque algo está muy torcido en lo que decimos,
porque algo amanece roto cuando despertamos.
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