Echar de menos la nieve
en el verano que nos ahoga
con su voz y sus dedos de fiebre,
su calor de naranja sin sombra.
Pinar de estío seco y pesado,
troncos de piedra y grieta
en los que las cigarras preparan
un ejército de violín cerrado.
Un mar bordado
en acículas y romero
descansa en las arenas.
Plomo rubio de solsticio
hirviendo sobre los chopos,
su carga de agosto,
de sangre densa.
Echar de menos el verano
en las heladas duras de espejo partido,
pinceles de ceniza gélida sobre los campos,
espatulando de escarcha los ríos
que crecen al morir y nacer el año
cuando el hielo siembra cuchillos.
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