Al poeta anticomunista le gusta la calma
que pavimenta sus divagares,
porque en la calma construye
sus fantasías individuales
de revuelta y contrasentidos.
El poeta anticomunista elige la calma
donde su balsa de náufrago en piscinas
reposa tranquila sin ver la sangre
sobre la que flota.
Sólo cuando esa sangre levanta espumas,
uñas y espinas, desbordando mareas,
sólo entonces el poeta anticomunista
muerde las manos tendidas
que no tienen pan en sus palmas,
que no tienen qué agarrar como propio.
El poeta anticomunista es trascendente
como una carga a bayoneta
sobre una barricada de obreros
cambiando la historia a oscuro.
Es profundo como el tajo del sable
sobre el lomo de la madre que ha perdido hijos
en los dientes de telares, minas y trincheras
El poeta anticomunista y rebelde
comparte rima y cama con el banquero,
y elige ignorar que en su firma de libros
firma cheques en blanco al fondo de una fosa.
El poeta anticomunista pesa tanto
que acaba hundiendo su balsa y hasta su isla.
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