Estoy acabando esto que somos,
porque nacemos acabados;
sólo la excepción rompe la pared
que no vemos.
Aun en el mar hay un muro,
mil muros,
unos labios cerrados,
sangre como respuesta
en cada ola,
arena sin rumbo
por no entender el viento.
No puedo dejar de escribir
lo que el mundo escribe,
rotando,
en nuestra carne.
El valor del día se deduce
bajo premisas líquidas:
nuestro ser puede no ser.
Probablemente no es.
No lo merece.
Cómo desplazar esta montaña
sin raíces
cuando la luz nueva de la mañana
se opone a cualquier mapa.
Cómo sublimar esta sed
si todos somos un pozo ciego.
Si esto que somos
tuviera un cierto peso
no desapareceríamos en masa
a la menor brisa de la historia.
En el cielo gris se repite
un fantasma de lo visto
con ojos de fijeza creyente.
Así el espejismo
por el que avanzamos.
Un triste pie tras otro.
El hombre tan enorme
que me impide pensar en su saciarse
al intentar morder el mundo
y quedarse
cada dentellada en el vacío.
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