Somos nosotros, criaturas fugaces,
quienes dan nombre a la eternidad.
Somos nosotros, los que dictamos
un embargo con sus niños muertos,
quienes piensan la democracia.
Somos nosotros, los que aplastamos
y herimos entre carcajadas
al débil, a la hija o a nosotros mismos,
quienes se consuelan en dioses
para aliviar la tristeza sin consuelo
de los calendarios leídos a la inversa.
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