Pían furiosos
los pájaros en las madrugadas,
gorjean al día su ira,
lo intuyen bajo la luna que cae.
Que no amanezca.
Que las estrellas tornen
a brillante placa de hielo
y la luna encalle, quede varada
en tal llanura azul y pálida,
que no descienda jamás
en esta noche eterna
de polvo de diamante.
Que de la gente sólo quede el silencio
y que sea esa la canción del mundo
en la madrugada de verano que ya es gélida.
Se anticipa el día, pesadísimo y triste,
rebosando palabras turbias, motores.
índices de precios al consumo,
caras grises y erosionadas, caras de fumador
consciente y orgulloso en sus grilletes.
Me quedo en la noche:
sus dudas como guadañas son caricias
frente al disparo de los días asfixiados
entre el sol y el asfalto sin solución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario