miércoles, 17 de julio de 2019

Ferragosto

Cada verano igual, me creo en Caro Diario.
No importa si lo odiara días antes,
con su vacío insolente de adolescente idiota.
Me dejo llevar en la búsqueda de conversaciones
por librerías de estío entre brisas de lo inevitable.
Los que traen el diluvio huyen en ferragosto.
Abandonáis Madrid cuando más bonita está
y cuando más secretos son sus susurros.
Marchad de una vez, olvidadla:
las ratas nos quedamos ardiendo en la noche.
Fuera de la M30 siempre arden los polígonos,
siempre hierve el aire entre escombreras,
siempre el temblor del cielo asfaltado entre radiales;
un pentagrama de grúas y torres de alta tensión.
Aquí fallamos rápido porque todo va muy lento.
En la huida de todos sembramos raíces.
Sudo entre retamas que cosquillean la ingle del alba.
Salto entre madrigueras que horadan las autopistas.
Asumo que la mierda nos conforma, así ahorro lágrimas.
Perdices en el camino, gazapos en las pisadas.
Te digo y te repito que hay libros quemados
en los amaneceres y escombros de los suburbios,
entre sendas y coches abandonados.
Tropezamos en la aurora con laúdes,
en el ocaso con cajas de libros
recién paridos de imprenta,
tropezamos en casa por no tropezar fuera,
por no tropezar en callejones cerrados.
El mundo está lleno de locos que creen en dioses.

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