El día no se va, sólo se duerme;
los días sólo huyen cuando llora un niño.
¿Y si al morir todo lo que vemos
es una playa eterna,
un mar que nunca termina?
Guardo esta tristeza
en mis dedos de páginas vacías,
manos de semillas esparcidas
por cualquier rincón sin porvenir,
sin futuro.
Soy una tuerta virtual.
Una metatuerta.
Las distancias en los mapas
y las distancias en las aceras
nunca representan la distancia
de mis pasos.
Y vuelvo a ser una idiota sin remedio
cuando el olor a hierba cortada
asalta mis lecturas caminando sin culpa
al sol de febrero.
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