Madrid en la distancia se ve roja y blanca:
los nuevos rojos, los viejos blancos,
y los monstruos que surgen
entre el nacer de unos y el morir de otros.
Hay disparos y bombas,
oligarcas riendo y animales torturados,
un bosque quemado y un concejal
con dientes en los bolsillos,
normativas y derecho para violar
consentida y legalmente,
y hay un fondo marino asfaltado
de gente muerta.
Un enorme bando de grullas escribe
su confuso poema durante unos minutos
sobre el cielo de los vertederos,
tan altas sus alas
como el cosmonauta de vuelo infantil.
Trazando versos de peonza sin mapa,
su decidida y alegre sinfonía encuentra
por fin el rumbo,
avanza decidida hacia el norte.
Guardo alguna esperanza.
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