Por un instante se miran,
sus caminos cruzados.
Una, parada y nerviosa en el tráfico,
descansa sus manos impacientes
en el volante de un coche
caro como una vida,
grande como un furgón.
Otra camina sin prisa por la acera,
lleva un dedo a modo de marcapáginas
en un libro; guardado el dedo
con la seguridad del paso dado.
Cada una piensa que es envidiada por la otra;
que la otra va triste por el mundo sin brújula.
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