Entiendo por qué hablar
sin miedo alguno al lenguaje,
sin el temor a las palabras,
con esa capacidad absurda y arrojada,
irresponsable de nombrar los nombres.
Lo entiendo:
la mayoría de diccionarios que habitamos
tratan al mundo con la excusa de su piel
y nadie,
casi nadie logra arrancarse el miedo
a decir las cosas por lo que son
y no por su nombre.
Así “trabajo asalariado” debería ser
“callejón sin salida” o “disparo de fogueo”;
así “inmigración” debería ser
“ejército de reserva de parados” o
“terapia para proceder a una desmemoria”;
así “éxito” debería ser
“habitar el correcto lugar en el anaquel
correcto del supermercado”.
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