martes, 13 de noviembre de 2018

Mi hija, anticuerpos, virus.

No crecieron las barricadas,
medraron los desahucios,
contratos en fraude de alga,
nos trazan el camino para ser putas
y pagar también la cama.
La banca gana.
La derrota es total,
y además, empoderada.
Como el idiota que pide más Europa
después de Auschwitz,
después de la reconversión
y los parados, los recortes,
las bombas sobre Libia y la red Gladio
y las burbujas escoltadas de concertinas;
el idiota que pide más Europa
después de Maastricht, Gaza y Syriza.
¿Cómo enseñar ética a un virus?
Así no te pintaré en el mundo,
futuro serás flotando para siempre
en la potencia del útero.
Porque en cada cigarro me abismo,
me pierdo
en el mismo genoma sin salida;
la grieta invade mis uñas,
la sombra confirma toda voz:
damos vueltas, giramos
como arañas cojas
y su grito sordo.
Nuestra leve casa, nuestra
morada de tela liviana
tan bella y destruida,
tan de verdad y tan de mentira...
Buscando el aire,
abrimos las hojas
y penetra la ceniza…
No nos consuela ya la excepción,
sólo confirma tristísima
su gesto inútil de grulla.
No crecieron los disturbios
o los consejos obreros
tomando las fábricas.
No brotaron las asambleas asaltando la bolsa,
y en su lugar jugamos con arcoiris inocuos
en los breves lapsos de calma
que la tormenta migajas nos arroja.
No te vestiré en la ética del virus.
No traeré tus dientes a esta sima.
No haré del barro donde morimos
fantasma de vida que tejemos.
Se ha diseñado esta pérdida
en viveros sometidos
a la lógica del metal que tintinea,
y los bolsillos nos acogen
con su inevitable fosa.
Hacen del talud pradera
y les siguen el juego
los ácaros de las poltronas...
Así:
no jugarás al corro de la patata
en su ajedrez de mármol negro,
oscuro azogue de tumba hipócrita
y gesto obsceno de oligarca.
Opto por deprimirme, Europa,
en tu zombie triste y crucificado,
vago por la singladura quebrada
de costas sin estío ni arena,
que traza el invierno con nieve
de termómetros amenazantes,
y frutas extrañas flotando en tus olas,
manos rotas en la violencia de los barrios,
y la cucaracha que no cesa su rumiar
en las cloacas, sonido de bala aguardando
la puertas abiertas del odio y la ira.
Así:
juega al guá con las nebulosas,
enchola una supernova en negro agujero,
lanza tu peonza de cometas,
sueña polvo de astro, respira estrellas,
quédate lejos,
que no acuda tu nave de risa a esta playa,
deja tu boca de osa mayor colgada
en mohín cósmico de incansable lucero;
que cuando llegue el momento
podamos encontrar tu norte de brillo
en nuestro inevitable naufragio,
nuestro periplo de delfín en el desierto.

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