No me digas que baile o muera
cuando la danza es ya fúnebre,
cuando nos roban el tiempo
como a la izquierda —con su tontuna
y su brújula desimantada—
le roban el ocho eme.
Me rallo si no te doy mal rollo.
Me cuido todo lo que me dejo.
No puedo dejar de odiar
este sistema que nos alarga la vida
por encima de la dignidad del cuerpo,
sumidos sus amaneceres
en la indignidad de la compraventa.
En este descampado sin límites
te veo herir nubes al abrir la boca.
No creo que te falte cabeza; simplemente
No creo que te falte cabeza; simplemente
estás cómodo en las contusiones y la navaja
mientras caigan sobre otros.
Luego el peso absoluto desata las lágrimas
y es imposible reencontrar el camino.
Dentro de esta nave multicolor
no se aprecia la oscuridad del abismo
al que caemos.
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