Las noches dejan de ser refugio,
mutan a amenaza de zarpa sucia.
De rincón secreto a callejón turbio.
De promesa de tiempo sin cercados
a cerrojo del tiempo de la producción,
donde habitan los monstruos desahuciados
de las cadenas de montaje.
De respiro y asamblea para la revuelta
a certeza en golpe violento de la mercancía
sobre los cuerpos desheredados y voluntariosos
en su propia represión y complicidad
con el oligarca.
Al cruzar la noche en ciudad,
la ciudad en noche,
sentimos una red de garfios que nos rasgan,
expandiendo nuestra triste bolsa de piel,
desparramándonos las entrañas,
atragantando con ellas bocas de alcantarilla,
narcopisos y parques donde brillan los filos
y pierde su brillo la carne.
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