jueves, 18 de octubre de 2018

Apretaos el cinturón...

Apretaos el cinturón,
fuerte, bien fuerte,
con presión de batiscafo.
Apretáoslo a la altura de la garganta,
apretáoslo a la altura de vuestras hijas.
Ni así el amo estará satisfecho,
pues la anorexia siempre está de moda
en algún mercado,
pues el patrón atesora todas
las fábricas de corsés.
Sobre vuestros hombros de bala,
de boxeador decimonónico,
por derrotados
el oligarca alza su cimiento de filo.
Y tal en la monstruosa calma
es de nieve la lengua que alaba
al alto horno siempre hambriento de industria.
De nieve son los puños que pretenden
elevar ascuas y tejer fuegos.
De nieve sin esperanza
en el ocaso tropical y oleoso
del mundo.
Así de abatido el cielo
y su sartén de estrellas
eclosionando nebulosas,
borrosas gramíneas restallando
en la inabarcable cocina del cosmos.
Así de exhausta la curva del orbe,
con todos los brazos dados a torcer:
como entrar a la sede sindical
cuando evoluciona y se enquista el hedor
a colillas y enfisema
entre cartelería que nos invita a ser libres.
Esta es la derrota,
grabada en nuestras cadenas
de genes y proteínas...
Porque tal pulsión es tsunami
imposible de mesurar en su cernirse
sobre las bibliotecas del mundo.
Porque los recuerdos,
por ser hacha y pólvora,
se oxidan y decaen en la lluvia.
De ahí, pues, apretaos
el sueño y las costillas,
la hipoteca y el bulevar en calma,
la inmortal sobremesa de los veranos,
apretáoslos pues os bailan
la tranquilidad y el calzado de atmósferas...
Todo os vendrá grande
pero seréis vosotros quienes sobren,
será el vuestro el excesivo número,
flotaréis en desamparo
por negaros a ser polilla
en el hatillo del plutócrata,
por negaros a invadir
sus pulmones alquitranados.

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