viernes, 26 de octubre de 2018

Búnker

Las gentes del parque se cuelan en mi casa por los armarios de la cocina.
Ecos de sus voces rebotan en las galerías de la campana extractora.
Cámara obscura en la vitrocerámica, distancia para enfriar este mundo.
Nuestra alacena es el corazón del elefante: luchan esencias y universos.
Parapetados en la torre, esperamos que el viento anuncie el fin de la derrota.

El aire es un cristal cargado de dentelladas, el aire es un escualo veloz.
En el horizonte se hace sólida la última luz en su caída sin público.
Los llanos están tomados por una red de gente rota perdida en su odio.
Ahora son las banderas las que bautizan la sangre del hijo aún no brotado.

Tú y yo somos koala bajo la lluvia y queremos ser mínimos en la noche.

Afuera el torrente y aquí el abrazo grapado con esfuerzo y sin ahorrar miedo.
Desborda el absurdo de muerte, desborda el mañana y el amanecer de fruta.
En nuestra sartén caen gargantas y disparos, ya sin vergüenza, ya sin excusas.

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