Como una colonia de hongos necrófagos,
en este Madrid de fútbol e IBEX,
del Lavapiés gentrificado,
de la muerte en vida,
de la muerte policromada
en unas calles cada vez más grises;
bullendo sus hordas: hegemonía socioliberal,
barbudos con filtro, cabelleras en hileras
teñidas de violeta, a escala industrial;
testudos de observadores de uñas
—quién se arriesga a sondear un mar de lunas—,
cuestionando pronombres
a lomos del individuo siempre culpable.
El insulto y la ofensa son objeto de mil iras,
pero la tortura, indemne,
es el traje nuevo del emperador,
se pasea impune con halo de ministro,
como aceite sobre agua dolorida
y ronca de gritar en mazmorras.
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