Que las viejas herramientas ya no valen, insistís,
mientras en los palacios engordan sus victorias
con las mismas mecánicas triunfantes de siempre,
satisfechos por vuestro giro hacia la magia,
vuestro olvido de la técnica.
Insistís los que os encantáis escribiendo,
pretendiendo brillar en esferas, insistís
en que las turbulencias son la nueva política…
como si el viejo refranero de forma tan cínica
no advirtiera ya antaño de las aguas revueltas
y divide et impera jamás hubiera sido doctrina
ni la guerra asimétrica un recurso milenario.
Así os convencéis de que no hay un ejército
Así os convencéis de que no hay un ejército
aguardando en basureros el silbato del patrón
para el próximo asalto a bayoneta…
y en la impotencia y la necesidad de caer en blando
deriváis el eje de la luchas al consumo:
tomar la producción os viene grande como un anillo;
la derrota siempre tan al alcance de la mano...
pues la derrota siempre es más fácil,
como un día de escuela, peonza y rayuela.
Aceptando, pues, el orden de las cosas
y no lacerando sus arterias,
la pelota nunca estará en nuestro campo.
La guadaña insiste en la gélida labor
y sólo la vieja estrategia
detendrá su hambre imparable,
su ansia como de lumbre sin fondo.
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