domingo, 3 de febrero de 2019

Días de imprenta y tablas

En esto de escribir, no importa cómo,
dos tipos de persona:
quien comienza a escribir,
con un motivo claro y un destino incierto,
y quien comienza a escribir sin razón
y encuentra un objetivo.
Añadamos un tercero:
quien no sabe de dónde salen sus párrafos
ni para qué sirven,
y se dedica a flotar en las palabras
con memoria de cangrejo.
Seguro que las tres se encuentran
a menudo en tu cabeza, no hay duda.
Por eso me mancho pletórico de tinta y píxel.
Cómo no dedicarme a las imprentas
y las curvas de las palabras
si me sobra el tiempo libro,
si me rodean y apuntan con sus líneas
tantas certezas y miradas,
si yo también tengo qué decir,
poco, malo e insignificante,
pero el ego es el ego.
No obstante, hoy no salgo al escenario
a brasearos con mis versos,
porque ya está bien de machos
barbudos y sensibles
y mozas en las sombras
esperando el salto a las tablas.
...ay, el foco de atención.
Me siento afortunado por lucir esta lorza
tremebunda que el pudor me sugiere
cubrir bajo los focos.
Me evito así la tentación del capullo
que en escena y entre versos se despelota
porque va de crudo ingobernable
pero busca mojar el churro
al final de la noche.
Al final, resulta que hay tanto plástico y gargajos
en esto de la poesía,
como en el noticiario del oligarca.
Al final resulta que el punto más limpio de la rima
siempre es una barricada,
y allí he encontrado a libreros y escritores
que cascan como huevos calaveras de fascistas,
y no sólo con sus plumas o sus páginas, no...
No se me ocurre mejor tempo ni figura literaria
para hablar de esa poesía que me llena de esperanza.
Porque si esperamos algo, hoy,
será gracias a tal puñetazo y su rima perfecta.




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