lunes, 11 de febrero de 2019

El orden televisado

Y darle al botón de pausa
cuando lloren los niños,
y claro, más tarde,
cuando caigan los palacios.
Que no se olvide
el porqué de la mecánica.
Que reviente el mundo,
estalle, se marchite,
pues ya soplamos las velas.
Porque no habían ni muerto todavía
y precoces engendraron el nuevo siglo.
En sus tumbas resuenan calzados,
a veces exprimiendo costillas,
a veces con el eco de un baile,
un zapateado
de rabioso y frustrado júbilo.
Ese sonido inherente a las tumbas
donde prohombres y herederas
de acaudalado abolengo
—oro en sangre—
aún se agitan con crueldad.
Sepulcros de termitas
insaciables
hasta la podrida viga del universo.
Así no fueron las cosas
y así se las hemos descontado
de la nómina.

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