jueves, 23 de diciembre de 2021

Encender un cigarro y quemarlo todo

Los niñatos se vuelan dedos con petardos ilegales.
Los abuelos fuman puros con humo de lija
sobre el carrito de sus nietos.
La porra del policía que abre las cabezas
se alimenta del silencio de quien aparta la mirada.
El enfermo mental exhibe el cadáver asesinado
y lo pontifica diciendo que tiene casta.
Cria cuervos y te cagarán por todo.
Conciliar el sueño es una cuestión de estrategia.
La gente es malvada desde la infancia
y no comete más maldades por mera supervivencia.
La esencia de nuestra especie se resume sin problemas
en la arquitectura aterradora de la tortura y el exterminio:
coliseos, campos de concentración y mataderos,
estadios de fútbol donde la gente desaparece entre alaridos,
naves industriales clandestinas
donde perros se arrancan las gargantas.
Encendiste tu cigarro y quemaste el mundo entero.
Siento que la historia se ha congelado
que el mundo reposa somnoliento anidando un carámbano
y me sobrecoge el terror y la esperanza
pues las cosas se quiebran fácilmente a bajo cero.
¿Os habéis fijado en que los cielos siempre sobrecogen
cuando no hay resto ni presencia humana alguna
en kilómetros a la redonda?
En estos tiempos en los que los teléfonos censuran
todas las palabras cruentas que nos bajan al suelo,
nunca he follado mucho pero siempre me han jodido.
Qué cruel es la idea de lo eterno en la mente de los niños.
Sólo en la distancia memorizamos los mapas,
sólo en la nostalgia recordamos bien las calles.
Ni de tan cerca que estamos dentro conseguimos tocarnos,
porque la contradicción genética de la poesía es ser asesinada por la rima.
Quizá el silencio al final de todo sea la mayor carcajada.




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