No me da pena que alguna gente muera,
me da pena que esa misma gente viva.
Hablo solo cuando estoy solo,
porque me da miedo estar solo,
pero prefiero
—un millón de veces más—
estar solo
a estar rodeado de gente y sólo sentirme
realmente solo.
Y empiezo a mirar con deseo
bicis de anciano con apoyo eléctrico;
tengo hambre de esperanza por un tiempo
que se escape en relojes de harina.
Nuestros principales hallazgos son sólo
relecturas y restauraciones,
sueños sugeridos por líneas leídas,
el eco de voces que gritaron antes;
supongo que esa argamasa es todo
de lo que disponemos
para levantar nuestra figura
en el horizonte.
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