A lo lejos los pueblos, las ciudades;
allá abajo suenan
como algo submarino
se ven como un diorama que no guarda
un aliento torcido y abollado.
Solo me siento seguro las noches de tormenta
cuando la gente que está haciendo el animal
reacciona como un animal y se asusta,
se asegura de no salir de sus agujeros.
No voy a negarlo:
durante el confinamiento yo estuve en la gloria.
Fuera de las ciudades se me dispara el pulso
divisando lejano cualquier coche en el camino.
Porque eres mi enemigo y aún no lo sabes
y hoy en día hasta el cáncer es un robot
y de las ciudades
allá abajo suenan
como algo submarino
se ven como un diorama que no guarda
un aliento torcido y abollado.
Solo me siento seguro las noches de tormenta
cuando la gente que está haciendo el animal
reacciona como un animal y se asusta,
se asegura de no salir de sus agujeros.
No voy a negarlo:
durante el confinamiento yo estuve en la gloria.
Fuera de las ciudades se me dispara el pulso
divisando lejano cualquier coche en el camino.
Porque eres mi enemigo y aún no lo sabes
y hoy en día hasta el cáncer es un robot
y de las ciudades
ya solo me interesan sus hospitales.
Ciudades tan rápidas
que hasta las bicicletas quedan
encerradas en los parques
porque así no cuestionan el tiempo.
En el portal instalaron una cámara de vigilancia
y así murió toda una generación de primeros besos.
Me irritan las voces borrosas que vierten
los edificios hacia afuera,
me rompen el mar calmo de las calles
en la noche.
Al amanecer las autovías y radiales
son una dentadura brutal y feroz.
En las afueras desoladas
el gañán medio buscando un árbol
desesperadamente en agosto
donde aparcar su coche
maldiciendo el resto del año
a ese mismo árbol porque ocupa
una plaza de aparcamiento.
En este barrio de chalets burbujeros,
campamento de refugiados de los PAU,
segregado por la frontera de las autovías
y las radiales,
en este barrio de votantes del trifachito
cuyos grupos vecinales de Facebook
bullen de quejas,
culpan a la alcaldesa de las tropelías
que protagonizan sus propios hijos
que están muy enfadados
porque lo tienen todo.
La metáfora es sublime.
Porque eres mi enemigo y aún no lo sabes.
Ciudades tan rápidas
que hasta las bicicletas quedan
encerradas en los parques
porque así no cuestionan el tiempo.
En el portal instalaron una cámara de vigilancia
y así murió toda una generación de primeros besos.
Me irritan las voces borrosas que vierten
los edificios hacia afuera,
me rompen el mar calmo de las calles
en la noche.
Al amanecer las autovías y radiales
son una dentadura brutal y feroz.
En las afueras desoladas
el gañán medio buscando un árbol
desesperadamente en agosto
donde aparcar su coche
maldiciendo el resto del año
a ese mismo árbol porque ocupa
una plaza de aparcamiento.
En este barrio de chalets burbujeros,
campamento de refugiados de los PAU,
segregado por la frontera de las autovías
y las radiales,
en este barrio de votantes del trifachito
cuyos grupos vecinales de Facebook
bullen de quejas,
culpan a la alcaldesa de las tropelías
que protagonizan sus propios hijos
que están muy enfadados
porque lo tienen todo.
La metáfora es sublime.
Porque eres mi enemigo y aún no lo sabes.
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