Al principio de esta aventura
nos donó diez libros de Orihuela.
Algunas conversaciones
sobre la siembra y la fiesta consecuente.
Cruzarnos eventualmente
por las calles de Toledo o
disponiendo catálogos de sudor y noche
en desfiles de moda sin más.
La última vez que lo ví
buscaba poesía en la tercera planta
de una nave industrial,
con polvo de hierro abandonado,
cicatrices de la reconversión,
la poesía que oliera a grasa,
maquinaria vieja,
cable y polígono abandonado.
Allí había vuelto a regar la tierra.
Cayó a las nubes
y dejó una huella —no mero espacio—,
donde se agitó, moldeando
un poco el mundo.
Hizo más que el resto, creo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario