jueves, 15 de diciembre de 2022

Nacemos, crecemos, damos like y morimos

Instagram ha venido a suplir
a aquella estúpida pintada de “Juanito estuvo aquí”.
Instagram ha conseguido capturar todas las huidas del yo.
Ahora el yo necesita ser proyectado en una base de datos.
Antes alguien producía una canción, un poema, un cuadro,
o refería una interesante anécdota en una conversación;
ahora todos hacemos el imbécil delante de un teléfono
levantando los brazos, poniendo morritos por cualquier rincón
del mundo; rebajamos el planeta al fango.
En la banalidad de unas botas de viajero
que vive en constante escapada,
que vive en el miedo a sí mismo
nacemos, crecemos, damos like y morimos.
No deja de asombrarme toda esa gente
que se busca a sí misma, ingente cantidad
de individuos en permanente exploración,
masas en constante rastreo y confusión
intentando encontrarse
en un mundo perdido por genética.
Esto es lo normal.
Ser normal es agotador y carece de frutos
cuando la normalidad es un enorme yermo
de ceniza sin futuro.
Dicen que nada hay
tan terrible como no intentar ser feliz;
pero ¿y si lo terrible es esta necesidad
de intentarlo?
Veranos de viajes por las redes
de confinamientos por las calles,
de cadenas perpetuas en el trabajo asalariado.
Pretender huir de un mundo en subasta.
Esperar a septiembre para adentrarse por fin
en un estío de silencios que nos alimente un año más.
Publicaciones con aire aparentemente inocuo,
con ese tufo burgués de las revistas de avión,
cosmopolitismo y cultura diseñada en algoritmos,
rancia y gris amabilidad de dentadura postiza
miradas que apuñalan a familias en un club de golf.
El viaje es quedarse solo en distintos lugares
en una cadena de lugares.
Hay momentos en los que vernos en pantallas
nos da la perspectiva necesaria.
Seguro que hay momentos en los que el mar
necesita un mar,
un mar donde disfrute de la brisa y la sal
en la tarde que cae como hojas de calendario.
En Instagram solo veo pornografía
y la confesión silenciosa de un fracaso,
al que unimos el rebotar de su eco.
Es el eco la certeza de un vacío,
la realidad de un silencio,
la herida amarga de que no hay ya nada que decir,
su lloro copioso de mariposa,
su lluvia abundante de cenizas.
Lo humano, hermoso o terrible, siempre palidece
bajo un cielo de aves que se despiden hasta mañana.
Nacemos, crecemos, damos like y morimos.



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