domingo, 25 de agosto de 2019

Ayer anduve con la gente...

Ayer anduve con la gente
y hoy el pecho me duele.
De pena y tabaco escupido.
Quise mojarme en toques flamencos
y me lo impidió todo un mar
de gente fumando en la boca
de sus hijos.
Eran fiestas de barrio
pero no pude festejar nada
porque en los bordes de la luz
había garras afilándose a la espera.

Qué bonita es Madrid en su caída.
Madrid de gentes que antes que vivirla,
prefieren aplastarla con sus automóviles.
Madrid, cuya música en compás de sombras
se aleja con piel abrasada de viento.

Ya no puedo vivir en pisos,
no necesito la música de nadie,
ni sus tacones de madrugada,
ni sus gritos ni su frustrada resignación
desbordando los muros, airada,
sacudiendo con rabia los ángulos
de la minúscula parcela de individuo
que ofrece el mercado.

No entiendo las ciudades
porque las ciudades no se entienden,
no se palpan ni tras su propio reflejo
tembloroso en el azul.
En el mercurio de las calles
y bajo un cielo de aceite quemado,
miradas de veneno.

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