martes, 6 de agosto de 2019

Verano de un parado feliz

Un verano en negro, y medio en paro,
canícula de economía sumergida,
agarrando con ansia aquí y ahora
-que mi cuerpo aún es curva y vigor-
lo que la masa asalariada anhela
al final de sus días,
entre crujidos y quirófanos y tormentas.

No olvidar que una noche siempre
es más intensa y estrellada
desde la trinchera de la lucha de clases.

Los globos de las verbenas de verano
terminan desinflados y rotos
en las depuradoras y descampados
de las afueras desdibujadas.
Acaban allí como si nada.
“Como si nada”, como si todo,
como tan terrible, grave peso.

Prefiero la sonrisa aquí y ahora,
buscar diariamente la jornada alegre,
satisfecha y correcta
como una fábrica gestionada por obreras,
su aparcamiento lleno de bicicletas.
El trabajo que brille y no ensucie.

Bares vacíos a media mañana.
Es agosto que hierve y en él,
unos poemas,
cerveza, limón,
Chet Baker,
degustar sin prisas el tiempo,
gota a gota, bordeando el abismo,
sin esperar a una jubilación efímera
ganada de sótano en sótano.

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