Niñatos paridos en la burbuja del ladrillo,
mierdas cagadas por obreros de derechas
en la primera década del milenio,
progenie egocéntrica escupida
por adictos al destajo y las horas extra en negro
y el sálvese quien pueda:
carne de cañón para el próximo fascismo.
Destrozan el barrio antes de destrozar el mundo.
***
-¿Quién te lo ha dicho?
La vida, que es muy perra.
***
Lo llamáis poesía,
pero sólo contáis vuestras miserias.
No, la truculencia no basta.
Aunque los suicidas, yonkis
y desgraciados
copen las librerías con bonitos
cadáveres bien comercializados.
***
El operario de parques y jardines
se ve obligado
a dejar llenas las papeleras del parque
por el perro agresivo del indigente.
***
“Cómo escribir después de Auschwitz”.
Como si escribir no fuera la garantía de Auschwitz.
Como si escribir fuera garantía de algo.
***
La chica del bar hace ruiditos y monerías
en búlgaro infantil
a la pantalla de su teléfono.
La todopoderosa ternura de una madre
a tres mil kilómetros de wasap.
***
Un pueblo que no da de beber
al viajero bajo el fuego
es un pueblo roto y sin raíz;
se lo llevará la tormenta.
***
Creo que es el peor accidente de caza posible.
Que un fascista recoja una línea tuya
por casualidad,
una metáfora, una imagen,
y le valga, le sea útil…
***
Un trozo de cebolla rebelde
que escapa del cuchillo,
salta sobre el borde de la ensaladera,
rebota en la encimera y decide caer al suelo.
Desde allí te mira insolente,
con la seguridad de haber roto todo tu mundo
por un momento.
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