martes, 1 de febrero de 2022

Historia triste

Curré en la cocina de un restaurante,

una franquicia habitual en televisión,

y aquello era un putiferio,

una narcosala al cerrar el servicio.
En la mañana helada,

yo subía andando todo

Prado y Recoletos desde Atocha,

escoltado por atascos bidireccionales;

abría la puerta del almacén

siempre bañada en meados

nocturnos de borracho,

algunas veces brillaba como el oro

bajo las farolas

cuando el termómetro descendía

lo suficiente para vestir de diamante

los cubos de basura.

Abría la puerta al amanecer digo,

esperando ver al jefe de cocina

dormido entre las mesas de la sala

con su mano soñando arropada

por las piernas de una camarera.

Aquel hombre caía simpático,

siempre nos cambiaba el turno

si lo necesitábamos.

Simplemente, muchas noches

no quería volver a casa,

besar a sus niñas en la madrugada,

escuchar respirar a su mujer en sueños;

se había equivocado tanto

y sólo huía hacia delante.

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