La autovía es un discurrir de luciérnagas
pomposas que gritan su nada,
donde serás siempre un estorbo
para el transportista
en su caza del lucro contrarreloj
trasegando mercancías sin sentido.
La electricidad domada, tan triste
fluyendo pesada, resignada en el río
de las radiales cada anochecer,
de vuelta a las jaulas,
liberada también por contrato temporal
del trabajo asalariado
hasta dentro de unas horas.
Una arteria negra y rígida como un cuchillo,
cristal de asfalto marcando el rumbo del veneno.
Carretera, serpiente de fuego
tóxico hierro candente abrasando
el territorio.
Qué compensación podrá haber
para un calendario consumido en atascos.
Bajo cada túnel de autopista en las afueras
descansa un vertedero emboscado.
Y así se construye todo.
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