domingo, 13 de enero de 2019

Cloacas y sistemas

La cuestión no es rechazar las cloacas,
así, por principio, como hacemos
con los predicadores a puerta fría...
sino determinar a qué fin sirven.
Porque cloacas son los magnicidos
y la paliza al nazi también;
es la sangre horizontal que salpica,
son los conciliábulos en cafeterías
cercanas a congresos, jornadas y plenos,
el asalto con nudillos entrenados
a la trinchera vecina;
el murmullo y el rumor de clavos,
la ostia nocturna y por la espalda,
el cinco contra uno;
allí está su germen, a nuestro lado,
la esencia de la alcantarilla.
Ha de haber cloacas y vertederos
para que no se pudran las calles,
ni enfermen los niños
ni la miseria nos devore.
La lluvia, inocente,
no basta para limpiar las plazas.
Nos hacemos algo de daño
y en el daño desinfectamos el futuro
que nos vierten gritando "agua va".
El porvenir baila en esta tensa cuerda:
hay que descuajar los detritos
de sus altas cámaras,
hacerlos rodar, chapoteando,
bajo el empedrado,
que no promulguen una nueva ley. Las epidemias se exterminan
en las cloacas.

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