El mundo, pared de un grosor imposible.
El horizonte, ilusión y proyecto de piel.
Como a ciegas, como sin querer,
el roce se hace ventana,
y las rectas olvidan su promesa:
la mañana se hace curva.
Y despiertas y todo sigue igual,
el tiempo huye entre tus dedos.
Y así marchas, sin mirar atrás;
los caminos te han llamado.
Somos ceniza olvidada en la escarcha,
niebla y resto de esqueleto.
Vivir a la espera de algo que no llega,
morir aguardando ecos en el páramo.
Lo que hay delante son nuestras pisadas.
Adictos al olvido, buscamos trastabillar
con nuestra huella grabada en barro.
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