Aprieto el vientre en el baño
mientras deshojo tristezas de Salinas.
Viejas poesías de presos
reposan en el escritorio.
Tantas noches de insomnio
ordenando puzzles de periódico,
tanto grito sembrado al aire
y cuotas y piquetes en el sindicato,
y tan poca agua en nuestro pozo
ahora, cuando más brota la sed.
Si un “te quiero” es un “me quiero” en el fondo,
si al final prefieres el abrigo del árbol,
aunque ya no broten sus frutos,
porque el páramo es tan frío,
tan de geoda sin premio…
Si tan así, no menos que tal.
Al final, descubro que el instinto ofrece
mejores garantías al cabo del tiempo.
No necesito explicar el dolor
para saber de su veneno
y repudiar su huella.
Me acurruco en mi zanja
anticipando el obús y
la vida me cubre con su cuerpo,
por pequeño que parezca...
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