En la noche despertar sobrecogido
y aferrarse a la órbita plena de gravedad
de todo tu planeta.
Perderme, asteroide, en el viaje de tus pómulos
para amanecer en tu sabor más tuyo y secreto.
Gracias por curvar así la boca
y pintarla de café cuando la noche aún vibra.
Brilla, brilla tu pulido diamante de tilo y abedul.
Recoge el rocío azul cuando nadie nos ve
y todos nos envidian.
Cuerpo de cuenca siempre joven,
de lluvia que nos irriga desde el filo del milenio,
cuerpo cálido en los sótanos, fresco en los girasoles.
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