Siempre camino por Toledo levitando,
sin hollar su empedrado
a pesar del tobillo y su queja,
con miedo de hundirme en sus secretos
de magia tan antigua, de milenios;
giro como un derviche en su laberinto
que siempre me vence sin esfuerzo
armado de maravillas que no me atrevo
a mirar de frente.
Me asomo a sus abismos de roca y torre
sobre el Tajo y quiero pensar
que si hubo un pasado habrá un futuro;
me detengo a gran altura deseando
que lo haya; porque si no,
qué sentido tendría Toledo,
o todos nosotros, pobres moscas
en su telaraña de adobe y agua verde.
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